Uno baila como lee

"Yo sólo creería en un dios que supiese bailar" ~ Nietzsche

A la pregunta de para qué la filosofía y los libros cuando el se trata de bailar, yo digo: ¡amor fati! El bailarín es un cuerpo que deriva pero no naufraga.

Bailar es habitarse a sí mismo en un estado de experimentación y de escucha en el que se aprende que siempre hay un camino para la desobstrucción del movimiento porque, como decía el filósofo triste, Heráclito, "panta rhei" (todo está en constante cambio). Por eso, un pensamiento que obstruye sus flujos de cambio con mezquindades, no baila. O no baila completamente. Poner a bailar el pensamiento también es navegar el cuerpo poético, el cuerpo del bailarín, el que convive con lo sensible y lo somático, pero también con lo racional, lo que compete a la elaboración de pensamiento. Para bailar completamente, hace falta un estado de escucha activa al dominio simbólico de las formas que seducen la mente, en un delirio lúcido. Más que hacer una deontología del bailarín, puedo afirmar que es imposible experimentarse en el cuerpo si el pensamiento es una aporía rígida o si lo sensible está velado por la mezquindad.

Bailar es dionisiaco, sí, de eso se ha dicho mucho, pero también es apolíneo. Y recorrer los caminos del pensamiento es un delirio dionisiaco.

Anterior
Anterior

Collage, Foucault y Nietzsche

Siguiente
Siguiente

Necesitamos otro tipo de historias