Derrida y los vampiros: inyunciones
"La cuestión no es tanto saber si es “bueno” o está “bien” “comer” al otro, y a cuál otro. Lo comemos de todas maneras y nos dejamos comer por él. Las culturas llamadas no antropófagas practican la antropofagia simbólica y lo mismo construyen lo más elevado de su socius, incluso la sublimidad de su moral, de su política y de su derecho, sobre esta antropofagia. Los vegetarianos también comen al animal y aún al hombre. Ellos practican otro modo de denegación. La cuestión moral no es entonces, ni lo ha sido jamás: hay que comer o no hay que comer, comer esto y no aquello, al viviente o al no viviente, al hombre o al animal, sino más bien: ya que es bien necesario comer de todas maneras y que eso está bien, y que es bueno, y que no hay otra definición del bien, ¿cómo hay que comer bien? Y ¿qué implica esto? ¿Qué hay que comer?, ¿cómo regular esta metonimia de la introyección? Y ¿en qué la formulación misma de estas preguntas en el lenguaje da todavía de comer? ¿En qué la pregunta, si quieres, es todavía carnívora? La cuestión infinitamente metonímica del sujeto del “Hay que comer bien” no debe ser alimentada solamente por mí, por un yo, que entonces comería mal, ella debe ser compartida, como tú tal vez lo dirás, y no solamente en la lengua. “Hay que comer bien” no quiere decir en primer lugar tomar y comprender en si, sino aprender y dar de comer, aprender-a-dar-de-comer-al-otro. No comemos nunca del todo solos, he aquí la regla del “hay que comer bien”. ~ Hay que comer o el cálculo del sujeto, Derrida.
"Pero antes, sobre la tierra, como vampiro enviado,
tu cadáver del sepulcro será exiliado;
entonces, lívido, vagarás por el que fuera tu hogar,
y la sangre de los tuyos has de arrancar;
allí, de tu hija, hermana y esposa,
a media noche, la fuente de la vida secarás;
Aunque abomines aquel banquete, debes, forzosamente,
nutrir tu lívido cadáver andante,
tus víctimas, antes de expirar,
en el demonio a su señor verán;
maldiciéndote, maldiciéndose,
tus flores marchitándose están en el tallo.
Pero una que por tu crimen debe caer,
la más joven, entre todas, la más amada,
llamándote padre, te bendecirá:
¡esta palabra envolverá en llamas tu corazón!
Pero debes concluir tu obra y observar
en sus mejillas el último color;
de sus ojos el destello final,
y su vidriosa mirada debes ver
helarse sobre el azul sin vida;
con impías manos desharás luego
las trenzas de su dorado cabello,
que fueron bucles por ti acariciados
y con promesas de tierno amor despeinados;
¡pero ahora tú lo arrebatas,
monumento a tu agonía!
Con tu propia y mejor sangre chorrearán
tus rechinantes dientes y macilentos labios;
luego, a tu lóbrega tumba caminarás;
ve, y con demonios y espíritus delira,
hasta que de horror estremecidos, huyan
de un espectro más abominable que ellos."
~ El Giaour, Lord Byron